Los
instantes de pensamiento optimista se esfuman, se cubren por la cortina opaca
de la soledad en minutos de intensa presencia en el aquí. (en cualquier
banco, con cualquier sonata proveniente de manos prodigiosas, entre puertas
medio cerradas y el calor del cristal que no refleja lo que quiero ver).
Y entonces
quiero cerrar los ojos, dejarme llevar, y huir de este ambiente pesado, que me
atrapa en un abrazo solemne, y saca los pensamientos autodestructivos del lugar
en que continuamente quiero que permanezcan ocultos.
Suben y bajan las escaleras y puedo observar el color verde que guía sus horizontes, ese color que un día fué mio, pero que fue perdiendo poco a poco su intensidad. Ahora es una leve mancha, que no se deja ver, está teñida de transparencias por donde pasan más facilmente el dolor y los pesares, donde llegan miradas, palabras y energias negras que no debieran traspasar, esa infranqueable barrera, que ya no está...
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