lunes, 2 de julio de 2012

Llegando estas fechas, nuestra voz se arrasa, nuestro oxígeno se torna humo, en muchos lugares... en demasiados lugares. Cuando la mano ejecutora de tal efecto, no es la madre naturaleza, una se plantea cual es el fin exacto de dicho fin que no esconde ninguna verdad sino montones de hojas y vida volviendose ceniza. Y la mirada humana, se supone, tiene el poder de dar valor a los seres. Tierras, árboles, seres vivos que se convierten en el núcleo habitual del infortunio. Demasiadas hogueras, y lo negro cae, desde los rincones, como polvo. Voces calladas y gritos de pánico enmudecidos, de la tierra que nos roza... Héctareas en llamas en el corazón de la vida.

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